RELACIONES
PALINDRÓMICAS
“AMA”, “ÁMALE, ÉL AMA”
Reconocer
la necesidad de todo ser humano de sentir un vínculo, una unión con otro ser.
Ser conscientes de la propia insuficiencia del ser humano y apostar por la
propuesta relacional, de conexión, de comunicación. Solo en el proceso
interpersonal está el camino. Es este amar y ser amado el que da sentido a la
existencia. Amar implica dar significación al otro en vuestra experiencia de vida,
reconocer su lugar en vuestro camino de crecimiento y adquirir el compromiso de
contribuir a su propio crecimiento y experiencia vital con vuestra presencia.
Amar, ser amado; cuidar, ser cuidado.
“RECONOCER”
Considerar
al otro como esencial, como elemento constitutivo principal de la relación de
cuidado. Más allá de la observación contemplarle, y en ese ejercicio de
contemplación fundiros con él. Proyectar vuestra experiencia en la suya y la
suya en la vuestra para conocerle y
reconoceros en él. En ese proceso de conocer respetar la diferencia, ser
tolerantes.
“DAD”
Daros,
entregaros, dedicaros enteramente al otro, emplearos en ello. Sólo de esta
manera será posible establecer la confianza necesaria para poder hacer efectiva
la relación de cuidado. No permitáis que el otro se ponga en vuestras manos
sometiéndose a vuestro juicio, a vuestra dirección o arbitrio sin conciencia
intencional, sólo por una necesidad emergente. En ese dar, poner a disposición
del otro todo vuestro conocimiento y vuestra capacidad para generarlo y
transmitirlo, compartirlo.
“YO DE TODO TE DOY”
Ser
autocríticos con vuestras capacidades, habilidades y competencias. Que el “DAD”
sea una acción sujeta a la reflexión y autocrítica, de reconocimiento de los
límites y de las carencias. Sólo desde un ejercicio consciente de reflexión
sobre las limitaciones y comprometido con la mejora se ofrece un cuidado
sincero, puro, veraz, ético.
“DAD ROCE, RECORDAD”
Facilitar
una relación de comunicación, donde la escucha activa y el respeto sean los
ejes de giro. Un roce que permita una atmósfera de calor, de brillo, de
resplandor que permita ver con claridad la desnudez del otro sin que la
carencia, la falta, el despojo le haga sentirse profanado. Una comunicación
bidireccional que empodere al otro, que de fortaleza y vigor a su voz.
“ACURRUCA”
Resguardar;
acoger; proteger al otro; darle calor, seguridad, confianza. Trabajar por que
la acción de ovillarse o encogerse no resulte en un acto de encierro de
introspección, de aislamiento o de encierro;
sino más bien de recogimiento, de acopio, de recolección de recursos y
amasamiento de los mismos para volver a extenderse con mayor capacidad de
expansión y alcance.
“ELÉVELE”
Trabajar
por elevar al otro, por ponerle más alto de lo que estaba, en todos los
sentidos, sosteniéndole física y moralmente. Poner a disposición del otro todo
vuestro recurso de conocimiento para identificar sus necesidades y suplirle en
sus carencias trasladándole hacia una posición de autogestión, de autonomía.
"ÁTOMO O MOTA”
Apostar
por la calidad y la excelencia transformando cada defecto, cada imperfección,
cada tara en un acierto; cada limitación, restricción, barrera o límite en una
facilidad u oportunidad; cada simpleza e ingenuidad en algo astuto, sutil,
refinado, creativo e inteligente.
“PALÍNDROMO”
Palíndromo
es una palabra, frase o sucesión de ellas que permanece invariante ya se lea en
un sentido o en el inverso, de derecha a izquierda.
Al
igual que un palíndromo, la relación terapéutica es un elemento de naturaleza simétrica, capicúa, cuyos
elementos constitutivos comparten significados recíprocos y participan con igual implicación. Solo una composición simétrica permite la
evocación de una experiencia construida desde la intersubjetividad, con
respeto, con honestidad y permeabilidad de uno para con el otro de los
componentes. El cuidar es el resultado de un acto de comunicación
bidireccional, de una relación interpersonal en la que una parte explora en la
experiencia de la otra para su entendimiento asegurándose de que este último
sea el reflejo fiel de lo que el otro percibe. Una relación en la que el
conocimiento de uno mismo permite el acceso al conocimiento del otro y
viceversa, en la que uno participa de la realidad afectiva del otro y a la
inversa. Esta interrelación, esta conexión de intercambio, de reciprocidad es la que permite la adecuación de la acción
del cuidar a las necesidades reales de cuidado y la recepción del cuidado desde
la confianza y la tranquilidad de quien se siente custodiado, asistido, amado.
La relación terapéutica se constituye como el
elemento central del cuidado desde donde todo fluye con la naturalidad de lo
que complejamente ha sido meditado, deliberado y planeado.
“LA RUTA
NATURAL” nos puede llevar a
interiorizar la acción de cuidar y
convertirla en algo rutinario, cotidiano, sencillo y simple. Sin
embargo, la propia naturaleza nos muestra que en lo sencillo reside una gran
complejidad a veces invisible, inapreciable e intangible. Quizás esta sutileza
y este carácter casi etéreo sea lo que lo protege y preserva. El poder acceder a la gestión de
esta complejidad rebajándola a lo cotidiano, es algo propio de un artista. El
considerar la necesidad de apostar por la complejidad del cuidado aunque
resulte invisible a primera vista es propio de un altruista. Esta es mi
diligencia: trabajar desde la perspectiva de la relación terapéutica
considerando el crecimiento del otro como eje central, si bien no acosta de
nuestro anquilosamiento o degradación, sino del desarrollo y progresión mutua.